En la invasión a Irak es obvio que la flota va en busca del petróleo. Y en busca de una base para controlar la región, que es peligrosa. Pero hay situaciones más difíciles de explicar, como la abolición de la esclavitud por Abraham Lincoln.
Abraham (Abe, para nosotros) no era el mejor tipo sobre la faz de la tierra, como todos los de su época, era algo racista y además era feo como judío.

(De hecho Abe se parecía al Tío Sam)
Como los judíos, Abe no buscaba ayudar a nadie, sólo a sí mismo. Él sólo quería dinero.
Dinero.
Dinero.
Y justamente, lo que le faltaba era dinero.
Es extraño que ese país, América (o Estados Unidos, para nosotros), que se había independizado mucho tiempo antes y había vivido cómodamente esclavizando negros quisiera ahora cambiar esa política. Pero el tío Abe tenía sus razones, el maldito.
Las razones del Tío Abe.
Dividamos primero los Estados de aquel entonces en dos equipos, Norte y Sur.
Durante años los estados del Norte habían desarrollado una poderosa infraestructura industrial. Hacer herramientas, procesar los recursos y hacer objetos. Ese era su negocio.
Pero en el norte no había esclavos.
El Sur hacía negocio produciendo y exportando materias primas. Caña. Algodón. Negros trabajando en campos de algodón. Casi no suena a cliché. Los negros también comían sandías. Cliché.
Por lo tanto en el sur había esclavos. Y comían sandías.
Pero ¡Oh! Hubo un problema. Hacia 1850, en el Norte, los magnates capitalistas comenzaron a construir más fábricas, porque era buen negocio eso de hacer herramientas. Hubo más fábricas y eso significó más puestos vacantes. Los magnates tenían absorbida a toda la población en las fábricas, trabajando. Pero querían más.
Así que fueron con Abe:
Capitalistas: Abe, querido, queremos mano de obra capaz y eficaz para trabajar en las fábricas, porque hay muchos puestos vacantes.
Abe Lincoln: ¡La población entera trabaja en las fábricas! ¿de donde quieren que saque yo empleados nuevos? ¿Del culo?
Capitalistas (con voz de putas seductoras): Mmm... ¿Que tal, querido Abe, si traes a los esclavos negros del Sur?
Abe Lincoln: Los negros suenan bien, cómprenlos y tendrán empleados.
Capitalistas: ¿¡Pero Abe, tu sabes lo que cuesta un maldito negro!? ¡Esos sureños mascahierbas nos los venden muy caros y cuando compramos negros nos mandan a los más rejegos! ¡Negros salvajes y brutos que no sirven para trabajar en las fábricas! ¡Incluso los hemos tratado de atraer diciéndoles que en el Norte tenemos las mejores sandías!
Abe (resoplando con resignación): Bueno, está bien. Déjenmelo a mi, chicos. Yo me ocuparé.
Abe pensó en una solución al dilema (era rápido para pensar, el cara de chivo).
Al final el plan quedó así:
Plan de Abe.
Liberamos a los esclavos del Sur y de esta manera ellos serán libres de ir al Norte y llegarán por su propio pie a trabajar en las fábricas. Mansitos y pendejos llegarán a trabajar en las fábricas, harán palas, azadones y arados. Así los capitalistas no tendrán que comprarlos y traerlos (traerlos en trenes también era caro), sino que ellos vendrán solos, buscando empleos. Y sandías, las mejores sandías de América.
Así los negros se pondrán a nuestro servicio de manera gratuita.
Gratis.
Bien, se dijo Abe, aboliré la esclavitud para que mi plan se lleve a cabo. Y cuando ya lo iba hacer, los estados del Sur, que se habían enterado, rezongaron:
Estados del Sur: ¡Hey, cara de culo! ¿Que te sucede? ¿Que haremos ahora con los campos de algodón? ¿Los cosecharán nuestros hijos o que demonios?
Abe: Tranquilos, Estados del Sur, ya habrá gente que se ofrezca de voluntaria.
Estados del Sur: ¡Voluntarios mis huevos! ¿Porqué no nos mandas a tu mamá para que le cosechemos el culo a garrotazos?
Abe: Chicos, no se pongan en ese plan. Esto lo podemos solucionar paci...
Estados del sur: ¡Soluciónanos las bolas, maldito puto! ¡Al sobres contra el cara de chivo!
Estados del sur: ¡Sí! ¡Al sobres!
La guerra.
Los Estados del Sur, o Confederados (como les gustaba llamarse) atacaron el Fuerte Sumter el 12 de abril de 1861. Y comenzó una guerra muy cruenta y muy larga. Como una maniobra política acertada, Tío Abe (que jugaba por el Norte) abolió la esclavitud, pero sólo en el Sur, el muy listo.
(Breve contexto.
Entonces tenemos que el Norte lucha por la abolición de la esclavitud, pero no la ha abolido en sus propias tierras. Mientras que el Sur lucha por mantener la esclavitud, pero se la han abolido los del Norte.
Fin del contexto)
Los niggers, que también eran condenadamente listos, emigraron como pudieron al Norte. Se escapaban de sus madrigueras, se descolgaban de los árboles, se arrastraban de sus casas-gallinero por la noche, camuflándose en la oscuridad. Los muy listos salían de un lugar donde la esclavitud estaba abolida a otro donde no lo estaba (aunque, según Tío Abe, lo estaría, pero eso no era garantía). Esta conducta es difícil de explicar, a menos que pensemos en la campaña propagandística de las sandías.
Y así se explica todo.
Los negros salieron del Sur y subieron al Norte. Se enlistaron en el ejército y jugaron en el equipo de Abe (y los negros son buenos para jugar, todos los quieren en su equipo). Formaron una brigadita que se llamaba Soldados Búfalo.
Bob Marley hizo una canción acerca de ellos.
Mariquita mariposa, diría Barrón.
Los sureños, es decir, los esclavistas mascahierbas que veían a los negros como animales, nunca los dejaron jugar en su equipo. Y eso que estaban en desventaja numérica. Pero los sureños eran valientes y las tenían grandes y peludas. Así que se batieron como hombres y estuvieron a punto de ganar la guerra. Se la aplicaron a Abe varias veces, pero luego llegó el desastre de Gettysburg.
Cuando Tío Abe tenía el ojete del culo más encogido que una ciruela pasa, su equipo ganó la Batalla de Gettysburg. Y después ganó la guerra.
Fin de la guerra y destino nigger.
Para cuando el Norte ganaba la guerra, los capitalistas ya tenían muchos negros en sus fábricas, negros sin educación.
Hijos de hijos de hijos de hijos de esclavos.
De hijos de hijos de hijos de esclavos.
De hijos de esclavos.
De esclavos.
Su raza había olvidado lo que era la libertad, lo que era pasearse por la selva africana con vainas envolviéndoles las garchas y el culito al aire. Saliendo a cazar cada fin de semana, con los amigos y sus culitos al aire y sus vainas de garcha. Volver con la gacela o ñu o lo que fuera y comerlo casi crudo mientras contemplaban a sus esposas, sus tetas aguaditas colgándoles deliciosas y sus culitos al aire. (Como sale ahora en el Discovery Channel)
Toda esa belleza se había perdido. Esa belleza se había perdido. Los blancos habían venido y los habían expulsado del jardín del Edén y los habían mandado lejos a un lugar donde no había ya más culitos al aire ni vainas de garcha. No había nada de esas cosas hermosas, aunque, bueno, había búfalos.
Y sandías.
Tío Abe los había liberado y les había dado más opciones. Ya no trabajarían más en campos de algodón, ya no serían azotados con el látigo implacable de los sureños de sombreros de paja. Ahora trabajarían en fábricas de verdad. Su verdadera fuerza, que era física sería despreciada, se encorvarían, se llenarían de hollín y plomo. Se postrarían todo el puto día frente a una banda sin fin y al final recibirían unas monedas como recompensa. Luego saldrían de las fábricas e irían a las tiendas, porque cuando fueran libres tendrían que comprar su propia comida, su propia ropa, medicina, muebles, casas, y muchas cosas más de las que antes no se preocupaban. Tendrían que comprar todo el catálogo del hogar con ese sueldo miserable. Tendrían que vivir entre los blancos, ya no vivirían hacinados como gallinas en un cobertizo con literas. Ahora vivirían como verdaderos hombres libres, en los suburbios de la ciudad, sucios e inseguros. Se mezclarían con los blancos y estos los rechazarían constantemente.
Ya no había látigos pero había miradas, había gestos y había letreros de rechazo, repugnancia y asco que decían:
"No niggers"
"Niggers are not allowed"
Nigger: Disculpe señor, nosotros no sabemos leer.
Pero bueno, algo habíamos ganado. Algo se había logrado.
Pequeñas cosas se habían logrado. Casitas, maquinitas, calefactorcitos, suelditos, ropitas. Pero faltaba algo...
Oh si...
Bien que sabes lo que faltaba...
¡Las sandías!
¡En el Norte ni las había!